viernes, 27 de noviembre de 2020

Nada está perdido.

 Cada día es una nueva oportunidad para comenzar de nuevo. 

Cada día es una nueva oportunidad. 






sábado, 24 de octubre de 2020

Octubre 2020. El reencuentro.

 Estoy en el sofá. Escuchando música mientras ojeo viejos blogs de espiritualidad y busco libros de autoayuda que regalarme en mi cumpleaños. 

Y ojeo en Grupo Venus. Dejándome llevar por mi intuición y por la magia de la no-decisión. 

Cuando llegas a olvidar el ingrediente mágico de creer en ti misma, puedes vivir con mucha frustración, haciendo lo que crees que debes hacer, y no lo que realmente quieres. La forma de trabajar con tu Elemento de Fuego, es aquella que te permita canalizar tu energía, de tal forma que puedas obtener la suficiente motivación como para que continúes trabajando en tus propios proyectos.

Expansión. 




domingo, 9 de agosto de 2020

Una ciudad con árboles.

Objetivo: Un libro de autoayuda a través de una historia.

1. Dudas.
¿Por qué alguien querría leer este libro? Me pregunto sentada en un frío banco de piedra en la estación de Lago. Con la espalda contra la pared.
Delante de mi han pasado cuatro metros. Tengo las gafas quitadas y lloro a ratos. 
He bajado del metro en esta misma estación hace 10 minutos porque ya no podia más. 
Porque a veces todo lo que llevamos dentro de la cabeza pesa mas que todo lo que nos hace seguir moviéndonos. Más que todo lo que nos impulsa. Esta estación es abierta al exterior. Y hace frío. 
Hoy, además, ha llovido un rato y el ambiente esta muy húmedo. 
Son cerca de las ocho de la noche. 
Me gustar sentir el frío. Siempre he pensado que nos conecta con la naturaleza y con la realidad. Es, como sentir un caricia del mundo. Es primitivo. Muy básico. El frío. Que nos hace refugiarnos. Refugiarnos en abrigos, refugiarnos en el abrazo de otra persona. O refugiarnos en casa. Entre mantas o con un brasero y unas enaguas.

Mientras estoy en Lago pienso muchas cosas. Pienso, o mejor dicho, trato de no pensar. Y para ello dejo que los pensamientos pasen por mi cabeza sin detenerse. Los veo llegar, intentar echar raíces y luego perderse. Me repito los cuatro mantras que me ayudan a escapar de esos estados “preansiedad”. 
Relativiza. Ya has estado así antes y en retrospectiva siempre te has dado cuenta de que no tiene sentido ni utilidad y que no sirven realmente para nada. Esto te permite tomar un poco de aire y ganar un poco de espacio para poder trabajar o utilizar el resto de herramientas. 
Desapegate. Lo que piensas no eres tu. Lo que piensas es consecuencia de un sistema social en el que vives inmersa. En el que te has desarrollado y que fomenta muchas veces que nos maltratemos a nosotras mismas. 
Humildad. No sé. No juzgues. No etiquetes.  No juzgues. No sentencies. No condenes. 

Renuncia al control. No existe la culpa. 

Aprender es equivocarse.

2. Objetivos. 
Uno. Ajustar mi imagen de mi misma.
Dos Conectar con mi ser y vivirlo plenamente. 



La llamada de lo salvaje.

 Estos días veraniegos estoy leyendo dos libros conexionados. Alma salvaje y Hacia rutas salvajes. Dos libros con conexiones, con un trasfondo que podría ser común pero al miso tiempo diferentes. 

Me proyecto en ellos, atraída como nunca por un deseo de desaparecer en mitad de la naturaleza. Pero consciente de la idealización de ese momento y de la dureza de la realidad. 

Leo y releo. Y busco más libros. Y viajo por google earth. Y me imagino. Y busco rutas. Y digiero la saliva de sabor amargo que se genera en mi boca durante el proceso. Consciente de que no lo haré. O perdiendo la batalla ante la voz que me dice internamente que no lo haré.

Ataduras. El trabajo, la familia, la casa... yo misma. Mis ataduras. Las pelas. El tiempo. El miedo a abrir una caja de Pandora que no pueda volver a cerrar. Deseos que no pueda volver a controlar. 

Y también pienso que "algún día". Pero son 42 los que tengo. 43 serán en unos meses. E incorporo en la ecuación la crisis de la edad. El querer ser yo la que viva esas aventura y escriba esos libros. Y pienso en lo rápido que pasa el tiempo. En lo rápido que han pasado estos 3 años en Madrid y los tres antes en Granada. 

Y si lo pienso, también he hecho cosas. Pero pequeñas. Minúsculas ante la inmensidad del mundo que me rodea, que me ha rodeado siempre. Ojalá no me hubiera atado tan pronto. O quizás sí. 

O quizás todo esto tenga de nuevo un sentido algún día. Y consiga hacer algo grande. Algo que cambie el mundo. 

Siempre buscando. Siempre anhelando. Siempre soñando. 




martes, 4 de agosto de 2020

SATORI.


Satori (悟り)  es un momento de no-mente y de presencia total, término japonés que designa la iluminación en el budismo zen.


jueves, 9 de abril de 2020

La utopía en la época de la incertidumbre.


Zygmunt Bauman. Tiempos Líquidos. Editorial Tusquets.

«Podemos decir que la postura premoderna hacia el mundo era semejante a la de un guardabosque, mientras que la metáfora más adecuada para expresar la concepción y la práctica del mundo moderno es aquella del jardinero. 
La tarea principal de un guardabosque es proteger el territorio a su cargo de cualquier interferencia humana, defender y preservar, por así decirlo, su «equilibrio natural», encarnación de la infinita sabiduría de Dios o de la Naturaleza. El guardabosque tiene que descubrir con presteza, e inutilizar, las trampas que hayan colocado los cazadores furtivos y evitar el acceso a los cazadores extraños, no autorizados, para no poner en peligro la perpetuación del «equilibrio natural». Los servicios del guardabosque se basan en la creencia de que las cosas están mejor cuando no se tocan; en la época premoderna se concebía el mundo como una cadena divina del ser, una cadena en la que cada criatura tenía su lugar adecuado y su función, incluso si las capacidades mentales humanas eran demasiado limitadas para abarcar la sabiduría, la armonía y el orden del designio divino.
El jardinero no piensa así: da por sentado que no habría orden en el mundo (o al menos en aquella pequeña parte del mundo a su cargo) si no fuese por sus cuidados y esfuerzos continuados. El jardinero sabe qué tipos de plantas crecerán y cuáles no en la parcela que cuida. Primero elabora en su cabeza la disposición más adecuada y luego procede a convertir en realidad esta imagen sobre la tierra. Impone al terreno su proyecto preconcebido, estimulando el crecimiento de las plantas adecuadas (en la mayoría de los casos, plantas que él mismo ha sembrado o cultivado) y arrancando y destruyendo el resto, ahora rebautizadas como «malas hierbas», cuya presencia no se ha pedido ni se desea; no se desea porque no se ha pedido, no cuadra con la armonía general del designio. 
Los más entusiastas y expertos (uno está tentado a decir: profesionales) creadores de utopías son los jardineros. Es algo que está en la idea misma que los jardineros tienen de la armonía ideal y que desde el comienzo llevan trazada en sus mapas mentales, que «los jardines siempre están a nuestro alcance», un prototipo del modo en que la humanidad, parafraseando el postulado de Oscar Wilde, tiende a arribar en el país llamado «utopía». 
Si uno escucha hoy en día expresiones como «la muerte de la utopía», «el fin de la utopía» o bien «el desvanecimiento de la imaginación utópica», salpicadas en los debates contemporáneos con la suficiente densidad como para enraizar en el sentido común y, por tanto, ser consideradas evidentes, es porque la actitud del jardinero ahora está cediendo el paso a la del cazador. 
A diferencia de los dos tipos que prevalecían antes de que éste empezara a ejercer, al cazador le da igual el «equilibrio de las cosas», ya sea éste «natural», premeditado o artificial. Lo único que interesa a los cazadores es «cobrarse» una nueva pieza que llene su morral. La mayoría de ellos, seguro, no considera que la disponibilidad de nuevas presas corriendo por el bosque -tras sus cacerías, o mejor a pesar de ellas- sea algo de su incumbencia. Si los bosques quedan vacíos por culpa de una partida de caza particularmente provechosa, los cazadores se trasladarán a otra espesura aún sin explotar, que todavía albergue futuros trofeos de caza. Tal vez especulen que quizás en algún momento, en un futuro distante y sin definir, el planeta puede quedarse sin nuevos bosques que explotar, pero en tal caso no lo verán como un motivo de preocupación inmediata, y desde luego jamás como algo de lo que ellos tuvieran que preocuparse. Algo así no pondrá en peligro los resultados inmediatos de la partida de caza en que se ven inmersos ahora, ni los de la siguiente, y de esta manera, dado que no hay nada que ahora me obligue, sólo uno entre muchos cazadores, o uno de nosotros, o una asociación cinegética entre muchas, se preocupará acaso por las posibles consecuencias, aunque no por ello vaya a hacer nada por remediarlo.
Hoy en día todos somos cazadores, o se nos dice que lo somos, y se nos incita a que actuemos como los cazadores, bajo amenaza de quedar excluidos de la cacería, si es que no (¡Dios nos libre!) de vernos relegados al rango de animal. Y lo más seguro es que cada vez que miremos a nuestro alrededor veamos a otros cazadores solitarios como nosotros, o a cazadores que se agrupan del modo en que los cazadores suelen hacerlo. Y deberíamos esforzamos mucho para lograr avistar a un jardinero que se halle divisando algún tipo de armonía preestablecida más allá de la valla de su jardín privado, y que luego salga a crearla (los científicos sociales discuten acerca de la relativa carencia de jardineros y la creciente profusión de cazadores bajo el término acuñado de «individualización»). Con seguridad no encontraremos gran número de guardabosques, ni siquiera cazadores que compartan los principios de los guardabosques, y ésta es la razón primordial por la que la gente con «conciencia ecológica» se alarma y procura alertamos por todos los medios (esa lenta aunque reiterada extinción de la filosofía del guardabosque, sumada a la carencia de su variante jardinera es lo que los políticos ensalzan sirviéndose del término «liberalización»)»

domingo, 5 de enero de 2020

2020. Reencuentros.

No puede ser. Literalmente. No puede ser. Apenas 6 post en un par de meses a lo largo de 2019....
¿Que pasa contigo? ¿Hasta este punto llega la desconexión? ¿Hasta este punto el abandono de ti misma? No. No es eso. 2019 ha sido un año complicado. Ha sido un año de transición. De transicionar entre mundos. Entre ciudades. Entre los días.

Pero siempre me gustó el cambio de año. Siempre me gustó comenzar proyectos nuevos.
Con una curiosidad infinita siempre me lanzo a nuevas cosas y con constancia y voluntad me mantengo en ellos hasta lo mas cerca posible del final.

En este año tenemos nuevos propositos. Nuevos objetivos que no listaremos. Que no escribiremos ni pondremos en agendas. Que no contaremos a nadie. Que los guardaremos en nuestro interior. Y lo haremos nuestro.

Te quiero. Este año, venceremos al miedo.