Levantarte a las ocho reventada de dormir. Abrir la ventana y llenarte los pulmones de aire húmedo con olor a tierra mojada. Esta mañana la Sierra está oculta tras una cortina de nubes. Un cielo oscuro, pese a que despunta el amanecer, acompañado de los mismos tejados y antenas de siempre. Lavarte la cara con agua fría al tiempo que aparece en la puerta del cuarto de baño un personajillo habitual, jeje. "Mamá, ¿nos vamos para abajo? Te he esperado mucho."
Desde el salón se ve la ciudad, aún dormida para muchos. Las luces de la noche todavía están encendidas. Toca preparar el desayuno mientras diluvia en el patio. Hoy ha llovido toda la noche.
El olor a café recién hecho inunda la casa. Nos sentamos los dos en el sofá con nuestras tazas. Mamá, la del lado oscuro, Miguel, la de BB-8, el aventurero.
Y tenemos un ratito para alternar entre lectura analógica y digital.
Es domingo por la mañana. Aun temprano. Unas pequeñas horas que conforman una isla de tranquilidad y perfección en medio de toda la tempestad semanal.
Si algo tengo claro, es que hay que nutrirse al máximo de ratitos como esté. Duran tan poco y son tan mágicos que podríamos decir que son, literalmente, orgásmicos.
:)
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