http://www.clinicadeansiedad.com/02/257/Causas-de-la-ansiedad:-origen-y-mantenimiento.htm
http://www.clinicadeansiedad.com/02/219/Las-paradojas-del-miedo.htm
A mayor inseguridad mayor control, a mayor control mayor inseguridad
El temor a perder el control sobre el propio pensamiento, conducta o impulsos, es frecuente en los problemas de ansiedad. En cierto modo, este sentimiento, o pre-sentimiento, es consubstancial a la experiencia de ansiedad elevada. Si la ansiedad guarda relación, como hemos señalado, con la percepción del sujeto de verse desbordado, respecto de su capacidad y recursos, por las demandas y exigencias del medio -externo o interno-, es natural que dicha experiencia se equipare a pérdida de control sobre uno mismo o sobre el entorno. Es probable que la ansiedad altere la ejecución de repertorios de conducta, incluso algunos que normalmente salen solos sin que medie la conciencia en su producción, ya sea por tratarse de respuestas autónomas o bien automatizadas tras un proceso de aprendizaje y entrenamiento: la articulación y fluidez del habla, la atención y concentración, la respuesta sexual, la conciliación del sueño, etc. La percepción de dichos fallos crea dudas en la persona que los experimenta sobre su adecuada regulación y produce desconfianza sobre el normal y correcto funcionamiento de sus facultades y funciones.
Ante la inseguridad que genera la propia ansiedad, y la eventualidad de que se produzcan actos o intervenciones fallidas o deficientes, el sentido común nos dicta un socorrido antídoto: aumentar el control.
Alertados por el incremento de errores, algunos pacientes deciden, entonces, someter a control directo y voluntario acciones o secuencias de acción que normalmente venían produciéndose automáticamente, sin esfuerzo consciente de realización. Así, es posible que la persona afectada trate de regular la concentración forzándola, de modo que en realidad se está concentrando sobre el propio fenómeno de la concentración, en detrimento de lo que se quiere atender; forzar o vigilar el sueño, actividad que en la práctica impide conciliarlo. Pero si no lo hace, si no lo intenta ¿Cómo podrá regular algo que de suyo está apareciendo de manera alterada y que le perjudica?
Fortalecer al oponente combatiéndolo
Las personas con niveles altos de ansiedad, por un motivo o por otro, suelen sentirse frecuentemente tomadas al asalto por pensamientos importunos y amenazantes, síntomas difíciles de sufrir y sentimientos desagradables. Con cierta frecuencia la respuesta de la persona consiste en tratar de combatirlos para que se vayan, pelearse con ellos para que, al menos, no ganen terreno, tratar de contrarrestarlos. Si no lo hace así teme que se apoderen de ella y le traicionen en el momento más inoportuno o inesperado. Pero mientras los combate, los hace el juego, cobran fuerza o se transforman en otros más horrorosos, y vienen más a la cabeza o a las tripas. Podría optar por dejarse atravesar y esperar que pasen, aceptarlos, darlos por normales y convivir con ellos. Pero si no se tienen en cuenta a la hora de tomar decisiones y adquirir compromisos, quizás después no los podamos asumir. Mas si la persona toma sus decisiones en función de ellos les da un poder que no quisiera o no debiera darles. ¿Qué hacer entones pelearse, aceptar?.
Un sistema de alarma que se asusta de su propio ruido
Los síntomas intensos, y a veces inesperados, de la ansiedad, que en sus manifestaciones más extremas vienen acompañados de la sensación de pérdida inminente de la salud física o del control, son efecto del miedo pero, a su vez, comúnmente, se convierten para la persona en la mayor fuente de temor y angustia. Es el fenómeno del miedo al miedo. La ansiedad se convierte, así, en un sistema de alarma que se alerta por su propio ruido, por sus propios efectos. Las manifestaciones de ansiedad son el peligro a vigilar, y en esa misma vigilancia consiste la alerta y la ansiedad. Llegados a este punto la persona aquejada tiene muchas dificultades para convivir con síntomas originados por la ansiedad normal y adaptativa, o con síntomas parecidos a los de la ansiedad y motivados por causas no patológicas -actividad física, por ejemplo-, o bien generados por el propio estado de alerta ante la posible aparición de dichos síntomas. La persona entonces, se mueve entre dos posiciones básicas o estados: se encuentra bastante bien -si no aparecen los síntomas en absoluto o está en contexto seguro si aparecieran- o, por el contrario, se encuentra bastante mal -si aparece la más mínima manifestación-. En este caso se despierta un gran temor a que los síntomas lleguen a extremos altos e inadmisibles. Las manifestaciones del miedo se convierten en la mayor fuente de inseguridad, frente a las que hay que estar alerta.
Cuando las medidas de protección angustian
Las conductas más frecuentes frente al miedo son la evitación y la búsqueda de condiciones de seguridad -por ejemplo permanecer acompañado, o en lugar a salvo [En mi caso, trabajar más.]-. Estos procedimientos proporcionan una notable sensación de seguridad y protección, reduciendo el malestar, sin embargo, por otro lado, se convierten en una jaula de oro que genera dependencias, pérdida de autonomía, limitación del desarrollo personal, condicionantes negativos para terceras personas; condiciones que a la postre generan profunda insatisfacción y angustia. Las medidas básicas para sobrevivir no dejan vivir. La forma de adaptarse a los acontecimientos en lo elemental, resulta inadaptativa en lo esencial.
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