Escribí el inicio del título de este post en un hotel de Huelva. Cuando llegué el domingo por la tarde. Por delante una semana de trabajo bastante intenso, comenzando el lunes temprano. Ese fue uno de los principales motivos por los que decidí viajar el domingo por la mañana. Me levanté temprano, tome un café en casa y ultime las cosas que quedaban por recoger. Muy tranquila. Di un beso fuerte a mi peque y a José.
El tiempo acompañó mi decisión y la lluvia y nubes em acompañaron todo el camino, lo que lo hizo fresco y ameno. Además, llevaba comida de casa. Comida sana. Frutos secos, zanahorias y agua. No quería volver a caer en la tentación de comprar comida rápida en una gasolinera.
Busqué sitios para parar a comer por el camino y se cruzó en esa búsqueda un paraje. El embalse de la minilla. Cuando lo he buscado ahora veo que el embalse tiene forma de dragón. Y me recuerda a Raya y el ultimo dragón. Una película que, ahora que lo pienso, también fue una señal. En ella la protagonista se enfrenta aun reto. Pierde la confianza, y la recupera. Y todo va surgiendo y formando un camino junto a ella, de manera natural, pero no sin esfuerzo.
Pasé por el embalse. No paré en el restaurante que buscaba, pero otro cortijo se cruzó en mi camino, donde tomé café y seguí el camino. Buscando el sitio antes de salir de Madrid, también me llamó la atención la
casa de retiro espiritual que hay cerca del embalse.
Ese mismo domingo, por la tarde, estuve trabajando en el hotel. Hasta que una voz a las siete de la tarde me dijo, "ve a la playa". Y a punta umbría que me fuí. Pise arena y me mojé con agua de mar. Leí un rato y volví al hotel.
A los pocos días, noche de San Juan. Me pregunté a mi misma si se vería la luna desde el balcón. Posiblemente no. Ya estaba en la cama, arropada. Y de nuevo la voz me dijo, "sal". Y alli estaba. La Luna. Y allí en el balcón estuve un rato sentada leyendo. Y no pedí nada. Al menos no lo recuerdo. Di las gracias por todo. Por la familia y por el amor. Y ahora doy gracias a la voz. Esa voz que me ayuda a ir encaminando las decisiones hacia un lado que me hace bien.
Y me llevé mis libros. Camino de Vuelta de Mark Boyle, Una llamada al amor de Antony de Mello y Un verano en la sierra de Muir.
El viernes cerramos la auditoría y fue duro. Choque y lagrimas. Se me revolvieron todas las tripas. Y el corazón y los pulmones. Emprendí el camino de vuelta a Madrid. Diferentes rapaces se cruzan en mi camino. Y me sacan una sonrisa. Cruzan el aire o marcan circulos en el cielo mientras rebuscan a su presa. Me apetece un café y necesito urgentemente un aseo. Marco restaurantes en la ruta en el navegador del movil. E instintivamente, cojo una de las salidas. Que coincide, para mi sorpresa, con la misma salida que tomé unas semanas antes para también estirar las piernas. Sonrió de nuevo. Algo habrá en esa salida.
Y la señal de todas las señales. El fin de semana anterior gané una supercesta de productos del mercado social de Madrid.