domingo, 9 de agosto de 2020

Una ciudad con árboles.

Objetivo: Un libro de autoayuda a través de una historia.

1. Dudas.
¿Por qué alguien querría leer este libro? Me pregunto sentada en un frío banco de piedra en la estación de Lago. Con la espalda contra la pared.
Delante de mi han pasado cuatro metros. Tengo las gafas quitadas y lloro a ratos. 
He bajado del metro en esta misma estación hace 10 minutos porque ya no podia más. 
Porque a veces todo lo que llevamos dentro de la cabeza pesa mas que todo lo que nos hace seguir moviéndonos. Más que todo lo que nos impulsa. Esta estación es abierta al exterior. Y hace frío. 
Hoy, además, ha llovido un rato y el ambiente esta muy húmedo. 
Son cerca de las ocho de la noche. 
Me gustar sentir el frío. Siempre he pensado que nos conecta con la naturaleza y con la realidad. Es, como sentir un caricia del mundo. Es primitivo. Muy básico. El frío. Que nos hace refugiarnos. Refugiarnos en abrigos, refugiarnos en el abrazo de otra persona. O refugiarnos en casa. Entre mantas o con un brasero y unas enaguas.

Mientras estoy en Lago pienso muchas cosas. Pienso, o mejor dicho, trato de no pensar. Y para ello dejo que los pensamientos pasen por mi cabeza sin detenerse. Los veo llegar, intentar echar raíces y luego perderse. Me repito los cuatro mantras que me ayudan a escapar de esos estados “preansiedad”. 
Relativiza. Ya has estado así antes y en retrospectiva siempre te has dado cuenta de que no tiene sentido ni utilidad y que no sirven realmente para nada. Esto te permite tomar un poco de aire y ganar un poco de espacio para poder trabajar o utilizar el resto de herramientas. 
Desapegate. Lo que piensas no eres tu. Lo que piensas es consecuencia de un sistema social en el que vives inmersa. En el que te has desarrollado y que fomenta muchas veces que nos maltratemos a nosotras mismas. 
Humildad. No sé. No juzgues. No etiquetes.  No juzgues. No sentencies. No condenes. 

Renuncia al control. No existe la culpa. 

Aprender es equivocarse.

2. Objetivos. 
Uno. Ajustar mi imagen de mi misma.
Dos Conectar con mi ser y vivirlo plenamente. 



La llamada de lo salvaje.

 Estos días veraniegos estoy leyendo dos libros conexionados. Alma salvaje y Hacia rutas salvajes. Dos libros con conexiones, con un trasfondo que podría ser común pero al miso tiempo diferentes. 

Me proyecto en ellos, atraída como nunca por un deseo de desaparecer en mitad de la naturaleza. Pero consciente de la idealización de ese momento y de la dureza de la realidad. 

Leo y releo. Y busco más libros. Y viajo por google earth. Y me imagino. Y busco rutas. Y digiero la saliva de sabor amargo que se genera en mi boca durante el proceso. Consciente de que no lo haré. O perdiendo la batalla ante la voz que me dice internamente que no lo haré.

Ataduras. El trabajo, la familia, la casa... yo misma. Mis ataduras. Las pelas. El tiempo. El miedo a abrir una caja de Pandora que no pueda volver a cerrar. Deseos que no pueda volver a controlar. 

Y también pienso que "algún día". Pero son 42 los que tengo. 43 serán en unos meses. E incorporo en la ecuación la crisis de la edad. El querer ser yo la que viva esas aventura y escriba esos libros. Y pienso en lo rápido que pasa el tiempo. En lo rápido que han pasado estos 3 años en Madrid y los tres antes en Granada. 

Y si lo pienso, también he hecho cosas. Pero pequeñas. Minúsculas ante la inmensidad del mundo que me rodea, que me ha rodeado siempre. Ojalá no me hubiera atado tan pronto. O quizás sí. 

O quizás todo esto tenga de nuevo un sentido algún día. Y consiga hacer algo grande. Algo que cambie el mundo. 

Siempre buscando. Siempre anhelando. Siempre soñando. 




martes, 4 de agosto de 2020

SATORI.


Satori (悟り)  es un momento de no-mente y de presencia total, término japonés que designa la iluminación en el budismo zen.